7/15/2011

¿SABES LO QUE COMES?


La crisis alimentaria destapada en Alemania ha vuelto a despertar la alarma. ¿Estamos seguros de lo que comemos? A tenor de la propuesta de la Unión Europea a raíz de este nuevo caso de dioxinas, parece que no. Ahora, sugieren que sea obligatorio realizar una estricta separación entre la producción de grasas para uso industrial y las utilizadas para la fabricación de piensos. ¿No se hacía ya? Parece que no, al menos no de forma estricta. Y ése es el problema. El consumidor ya no sólo se asombra ante las barbaridades que hacen unos pocos, sino que se queda sin palabras al descubrir que la normativa que vela por su alimentación no es tan segura.


«Nunca deberían estar juntas unas grasas para fines industriales con las de elaboración de piensos. Es increíble que tras el incidente de Bélgica en 1999, similar al de Alemania, sigamos así. Entonces se desviaron aceites industriales al pienso y no se hizo nada, ni siquiera se ha realizado un estudio epidemiológico a la gente expuesta», explica el médico Eduardo Rodríguez Farré, del Instituto de Investigaciones Biomédicas de Barcelona, dependiente del CSIC.


En el caso alemán, la cadena de contaminación se originó en una fábrica de forraje, al emplear ácido graso de biodiésel con dioxinas para la elaboración del pienso. Y el problema de las dioxinas es que, además de su elevada toxicidad, «se eliminan muy lentamente por la orina y las heces, ya que tienen entre siete y 11 años de vida media; es decir, que cuando pasa ese tiempo se ha eliminado la mitad de las acumuladas en el tejido adiposo», detalla Rodríguez Farré. Y como estamos expuestos a dioxinas en productos cárnicos, lácteos, pescados y demás, la historia siempre se repite. De ahí que se hayan establecido límites para el nivel de estos agentes químicos. Sin embargo, «al tratarse de sustancias bioacumulativas, lo cierto es que, aunque se cumplan esos topes máximos, se desconocen los efectos que muchas pequeñas cantidades de dioxinas puedan tener en el organismo a largo plazo», añade el médico, experto en farmacología y toxicología.


Así que no siempre el pienso que se da a los animales es de lo más sano. Además de las dioxinas en los forrajes, hay otros silenciosos e ilegales enemigos que comen los animales: antibióticos para que engorden, grasas para la elaboración de jabones, etcétera. Y éstos son sólo dos ejemplos de lo que sucede en España (donde más del 95 por ciento del pienso es transgénico –una práctica legal, aunque muchos estén en contra–, según reveló la Confederación Española de Fabricantes de Alimentos Compuestos para Animales a este semanario en 2006).

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